La desigualdad de género no es solo un problema social externo a la escuela, sino un factor estructural que se consolida y amplifica dentro del sistema educativo peruano, concluyeron expertos reunidos en el XXXVI Seminario Anual de Investigación CIES 2025. Los estudios presentados en la mesa «Desigualdades y brechas de género» expusieron cómo las prácticas escolares cotidianas, la violencia sexual y las fallas institucionales limitan el desarrollo y las oportunidades de niñas y adolescentes. 

Participaron en la mesa Javier Endo y Alejandra Torralba del Grupo de Análisis para el Desarrollo (GRADE), Pedro Francke de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) y Macarena Moscoso del Instituto de Estudios Peruanos (IEP), cuyos hallazgos resaltan la urgencia de aplicar políticas integrales con enfoque de género para desmantelar estas barreras.

La brecha en matemáticas: un problema de efectividad escolar

El informe de GRADE, titulado ‘Desigualdad de género en el rendimiento en matemática: El papel de los factores escolares en el Perú’ y presentado por Javier Endo y Alejandra Torralba, reveló una brecha de rendimiento persistentemente a favor de los hombres. Esta diferencia es de alrededor de 0.2 desviaciones estándar, una magnitud que en términos de rendimiento equivale a que las niñas se encuentren al nivel de estudiantes un grado escolar menor en comparación con sus pares varones. 

Esta brecha no es innata, sino que surge muy tempranamente, tiene implicancias graves y limita el acceso futuro de las mujeres a las áreas STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas). El estudio demostró que la escuela es un agente activo de desigualdad. Por ejemplo, asistir a una escuela pública o tener una docente de matemáticas mujer son factores que ayudan a reducir la brecha de rendimiento entre chicos y chicas. 

Sorprendentemente, se encontró que un alto nivel socioeconómico de la escuela tiende a ampliar la brecha, sugiriendo la presencia de prácticas escolares que refuerzan los sesgos de género en esos entornos. Por otro lado, la presencia de sesgos de género por parte de la dirección escolar o la falta de apoyo docente están asociados a un menor rendimiento general. 

Como recomendación central, los autores enfatizaron que es necesario defender el enfoque de género en la educación, sensibilizar al personal directivo y capacitar a los docentes en metodologías activas y en la gestión de aulas grandes.

El embarazo como violencia estructural

El estudio de la PUCP ‘Embarazo infantil y adolescente en el Perú: Tendencias de largo plazo, factores y desigualdades en base a los censos entre 1981 y 2017’, a cargo de Pedro Francke, abordó la fecundidad infantil (10–14 años) y adolescente (15–19 años) como una grave violación estructural de derechos, profundamente ligada a la desigualdad y la pobreza. Se enfatizó que el embarazo infantil es casi siempre consecuencia de violencia sexual, un problema de altísimo riesgo físico y psicológico para las niñas. 

El informe denunció la negación sistemática del aborto terapéutico a estas víctimas, a pesar de ser legal, pues solo el 29% de los establecimientos de salud de primer nivel conoce la guía técnica para aplicarlo. Mientras que, en el segundo nivel, solo lo conoce un 51% de los establecimientos de salud. 

La fecundidad adolescente, aunque se ha reducido, lo hace de forma muy lenta y desigual (pasó de 15.4% en 1981 a 10.4% en 2017). La desigualdad territorial es crítica, la Amazonía concentra las peores cifras. Regiones como Ucayali y Loreto tienen tasas superiores al 20%, equiparables a las más altas del mundo. El estudio concluye que el embarazo en esta etapa sigue siendo una emergencia de derechos humanos frente a la cual los servicios de salud, justicia y educación están fallando en su articulación y respuesta.

El Currículo oculto: la escuela reproduce jerarquías

La investigación del IEP ‘Cartografías del currículo oculto en materia de género: un análisis espaciotemporal de las dinámicas de poder en escuelas secundarias de Lima, San Martín y Ayacucho’, presentada por Macarena Moscoso, demostró cómo las desigualdades de género se refuerzan en las prácticas cotidianas, más allá de los contenidos formales del currículo escolar. El estudio reveló que el espacio escolar está altamente segregado, los patios y polideportivos son territorios masculinizados, mientras que los jardines y zonas de descanso quedan feminizados. 

Esta segregación espacial es un mecanismo sutil, pero poderoso, que comunica quién tiene poder y visibilidad en el colegio. El currículo oculto también opera a través de prácticas pedagógicas diferenciadas, con la asignación de tareas por género y expectativas distintas para chicos y chicas. El informe sostiene que la tolerancia a bromas sexistas, el trato diferenciado y la segregación son puertas de entrada que normalizan la violencia de género como parte de la cultura escolar. 

A pesar de que el Currículo Nacional formalmente incluye un enfoque de género, la implementación se ve saboteada por la resistencia conservadora, el desconocimiento docente y normas culturales fuertemente arraigadas en cada región.

Los tres estudios demuestran que las desigualdades de género se consolidan en la escuela a través de múltiples mecanismos, afectando desde el rendimiento en matemáticas hasta la exposición a la violencia. Y concluyen que es indispensable aplicar el enfoque de género de manera efectiva en la currícula y las prácticas docentes. Recomendaron transformar la organización espacial de los colegios y capacitar al profesorado con un enfoque interseccional que reconozca las distintas realidades de clase y etnicidad.

Las investigaciones fueron presentadas durante la XXXVI edición del Seminario Anual del CIES titulado ‘Retos del nuevo Gobierno 2026-2031’, que se realiza del 02 al 04 de diciembre en el Campus de la Universidad del Pacífico (Jirón General Sánchez Cerro 2121, Jesús María).

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