Por: *Daniel Higa Alquicira

Las criptomonedas han emergido en el sistema financiero como una opción paralela que rompe con los esquemas establecidos y además, refuerza la posición de la tecnología como la principal enemiga o socia (según se le quiera ver) del modelo económico que ha predominado en las últimas décadas.

El debate sobre las criptomonedas sigue creciendo, que va desde la necesidad de los gobiernos de reconocer a estas divisas digitales como medios útiles para intercambios comerciales, lo cual ha implicado modificaciones a los marcos legales (algo que ningún economista tradicional se esperaba); hasta la parte del cuidado del medio ambiente y el impacto ecológico negativo que generan, que para muchos es una cortina de humo que en realidad se orienta a disputas geopolíticas e ideológicas.

Desde el plano medio ambiental, las divisas digitales dependen de las llamadas «mineras», cuyas computadoras de alta potencia funcionan día y noche, absorbiendo electricidad para llevar a cabo los cálculos utilizados para verificar las transacciones.

Dado que casi dos tercios de estas actividades procede de China, donde el carbón es la fuente principal de electricidad, esto significa más emisiones, y es el silogismo usado para afirmar que el Bitcoin es enemigo del ambiente.

¿EN VERDAD CONTAMINAN?

Es difícil decir cuánta energía se consume: según una investigación de Bloomberg son unos 20,5 teravatios-hora de electricidad al año, en tanto Morgan Stanley estima hasta 140 teravatios-hora.

El Cambridge Centre for Alternative Finance afirma que se pasó de 6,6 teravatios-hora a principios de 2017 a 67 teravatios-hora en octubre de 2020 y 121,9 a principios de febrero de 2021.

Sin embargo, no todas las criptomonedas son iguales: las minerías de Bitcoin utilizan chips para computadoras costosos y proyectados a medida; los de otras criptomonedas utilizan en general placas gráficas más económicas y genéricas, inicialmente proyectadas para juegos de alta gama.

Una parte de la producción, además, fue trasladada de China a regiones con abundantes provisiones hidroeléctricas como Islandia, Noruega, Canadá y partes de Rusia.

LOS VIDEOJUEGOS CONTAMINAN MUCHO MÁS

La participación china de la tasa de «hash» (función muy utilizada en la tecnología blockchain para sumarles seguridad) mensual de BitCoin bajó 10 puntos porcentuales, a 65%, en el segundo trimestre de 2020 respecto del tercero de 2019, según el Cambridge Bitcoin Electricity Consumption Index.

Pero la electricidad sigue siendo la mayor materia prima para todas las monedas, que queman la mayor parte. Quien defiende el BitCoin hace notar que su huella de carbono es más bien desechable respecto de los autos, las centrales eléctricas y las fábricas.

Un análisis de 2018 estimó que los videojuegos en Estados Unidos, por sí solos, representan unas 12 millones de toneladas de C02 al año, un tercio de las emisiones producidas a nivel global por BitCoin.

LAS CRIPTOMONEDAS VERDES

Hay además pocas divisas digitales «verdes»: SolarCoin fue lanzada para premiar la producción de energía solar; su distribución procura incentivos para generar electricidad solar y contribuye indirectamente a crear puestos de trabajo en el sector de las energías renovables.

CureCoin es otra criptomoneda que se basa en tecnología blockchain, proyectada para apoyar la investigación científica sobre el cáncer, el Alzheimer y otras patologías. También para CureCoin, la filosofía es no usar hardware dedicados para el proceso de minería, valiéndose más bien de una red de PC normales.

OPCIONES DE MERCADO

Quien quiere ofrecer potencia de cálculo, puede descargar los softwares folding@home o BOINC. La recompensa monetaria para quien pone a disposición su hardware es precisamente la moneda digital de CureCoin.

Y luego está Ethereum, en segundo lugar después de Bitcoin como dimensiones de mercado. La minería de Ethereum consume desde un cuarto a la mitad de la minería de BitCoin, que anticipó querer cambiar el algoritmo por uno nuevo (Casper), que debería reducir al mínimo el consumo de energía.

Están luego los estudios y proyectos experimentales para reducir el impacto ambiental. ABB en Italia había iniciado un proyecto piloto con Evolvere, el grupo que se ocupa de generación distribuida y «smart grid», para hacer que los «prosumidores» puedan compartir con sus vecinos o con terceros de modo transparente la energía en exceso, mediante «contratos inteligentes». (ANSA)

*Periodista Freelance y corresponsal en México de Agencia InfoSurHoy, Agencia CVN PRESS Perú; columnista del diario International Business Times México, Periódico Síntesis, Por un México Inteligente. Colaborador experto en Suite101.net.

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